miércoles, 3 de febrero de 2010

Un rincón en un rincón de Buenos Aires

Una contribución de Edgar directo desde Buenos Aires



-Servido caballero- dice el mozo mientras coloca un inmenso plato de fabada asturiana en el centro de la mesa. -Pero si le pedí media porción- le contesté preocupado al ver la bomba que me hacía ojitos. -Correcto, media porción.

Mientras me las ingenio para atacar este platazo de alubias, morcilla, panceta, orejas y demás partes del cerdo observo un juego de fútbol entre el Vélez y el Arsenal en un televisor que cuelga frente a mí. El partido es malo, muy parecido a los de México: lento y desorganizado. De repente, el “Burrito” López anota el primer gol del encuentro. ¡Gol! Gritan los pocos comensales que se encuentran en el lugar ¡y es que a penas acababan de abrir! En Buenos Aires la gente cena tarde, muy tarde, tipo 10:30pm – 11:00pm. No sé cómo le hacen para ir a “laburar” al otro día, o cómo no están gordos.

Estoy en “El Preferido de Palermo” un típico bodegón español que propone un ambiente básico, sin lujos e incómodo (seguramente para que la gente coma y se vaya). Ubicado en la Calle Borges 2108, (misma que lleva el nombre del poeta que vivió en frente) este lugar sirve clásica comida española y porteña: jamón, sopas, callos, arroces, cazuelas de mariscos...

En las paredes cuelgan imágenes raras: el retrato de Francis Ford Coppola; un certificado de permiso de 1952 tan viejo como las latas de conservas que suspiran cada vez que alguien se asoma a la puerta; un letrero que dice “Hay jamón crudo de las Sierras Cordobesas”; un escudo de la ciudad de Zaragoza y otro muy curioso: un escudo con una cruz amarilla en fondo azul que dice: “Franco”. Desconozco si se trata del apellido o del dictador.




Mientras sigo comiendo (el plato parece interminable) y sin razón alguna, recuerdo la historia de Matutín que escuché esta mañana en la radio: se trata de un niño huérfano Haitiano de 2 años, al cual una valiente Argentina de 52 está tratando de adoptar. Lo irónico es que el proceso puede durar hasta 10 años y para entonces Matutín será un preadolescente. Ojalá lo logre y un día visite este lugar.

Mientras me sirvo un poco de cerveza Quilmes la persona junto a mí pide dos hesperidinas, un aperitivo argentino elaborado con corteza de naranjas amargas. ¡Mierda! ¡Por qué no pedí eso! La magia del momento es interrumpida por el grito repentino de los comensales celebrando el segundo de “El Burrito”- Este pibe puede ser como Mecí- comenta un cocinero que ha venido corriendo desde la cocina al escuchar los gritos de la gente. Yo pido la cuenta y salgo sin antes despedirme de los mozos, que aunque muy serios y lentos, me han tratado bien.


Afuera Buenos Aires camina, suda y respira. Polleras (faldas) y remeras (playeritas) cortas flotan en el aire húmedo y caliente del sur invadiendo las calles. No es difícil imaginar a Borges viviendo aquí, aunque estuviera ciego.


Edgar Hernández

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